Muchas veces escuchaba hablar de Lima como si fuera un país extranjero, ya que no la había visitado aún. En realidad, yo no radico allá (en Lima) sino en Huánuco. Es un pueblito que ha ido creciendo desde los tiempos del terrorismo donde sus pobladores, las chacras, los árboles, el majestuoso río y sus animales, guardan aún aquellos tiempos de terror por la muerte que se llevó a muchos de sus hijos y dejó un gran dolor a este pequeña provincia pero milenaria.
Tenía un vecino (falleció hace poco), Celedonio se llamaba; era un tipo con canas blancas, ojos marrones (lleno de ojeras por cierto), de unos 68 años, envejecido por el pasar de los años y sobretodo, un experto en contarte historias “reales”. Te contaba historias que según él, había vivido y disfrutado de la mejor manera, durante sus días de juventud.
Llegó una oportunidad en que me crucé con mi vecino Celedonio, cuando me dirigía muy temprano ( 5 de la mañana, maso menos) a trabajar con mi chaquitaclla al hombro, empeñoso y vigoroso de que otro día más araba mis chacras para sembrar papa y maíz. Al acercarse, me dijo que tenía una hermosa historia para mí, lo cual me dejó perplejo y entusiasmado por saber de qué se trataba. “Ve a Lima”, me dijo.
Alistando mis maletas y el escaso dinero que tenía, hice caso a Celedonio. Él me dijo que en Lima, las cosas están cambiando, había mejores puestos de trabajo; el campesino tenía mayor oportunidad para educarse (ya que en Huánuco, no se entendía qué era educación), incluso te daban alojamiento para estar unos meses en algunos módulos por un distrito llamado “Villa el Salvador”, solo necesitabas enseñar tus papeles donde indicabas que provenías de Huánuco.
Era mi primer viaje a Lima y con lo que dijo Celedonio, las ilusiones asomaban mi cabeza, pensando las grandes cosas que podría hacer allá (en Lima), la educación que podría conseguir y lo mejor de todo traer a mi familia por una vida mejor que en los sacrificados campos de cultivos. Además, ya estaba dentro del ómnibus colmado de gente, con sus maletas, comiendo choclo con queso y metiendo su equipaje en el techo con algunos señores que no tenían mucho dinero y viajaban de esa forma.
Perdiéndose de vista mi hogar y escuchando un carnaval de mi pueblo empiezo a derramar algunas lágrimas, ya que dejó a mi familia, animalitos, chacras empezando a dar frutos y sobre todo a mis vecinos que trabajábamos contentos y sonrientes al momento de hacer el “ayni”.
El día estaba muy lluvioso y nublado. La gente duerme bien abrigada con frazadas hechas de alpaca. Yo solo tengo puesto un poncho ya que dinero no me alcanzaba para comprarme una de esas (frazadas).
Mis ojos empiezan a parpadear porque había amanecido y estábamos en la Costa. Me quedé perplejo al ver tanta agua en un solo lugar, no sabía que “los ríos” eran de esa forma tan sorprendente. Sin embargo, alguien distrae mi atención. Era el cobrador del ómnibus que gritaba: “estamos llegando a Lima”. Al escuchar eso, sentí muchos escalofríos porque estaba a punto de empezar mis sueños de una vida mejor, mi vecino Celedonio me lo dijo.
Al bajar me dirigí de frente al Ministerio de Agricultura, donde me dijo (Celedonio) que me darían los papeles para poder alojarme en los módulos (en Villa el Salvador).Sin embargo, al llegar, un policía derrumbaría todo lo que tenia en mente. Me dijo que acá no se entrega ningún documento para esas cosas; es más, eso no existe para los que vienen de Huánuco, son meras historias las que me han dicho. Le pedí una solución por esta desilusión y me dijo que lo mejor era regresarme a mi pueblo. El gran problema era que no tenía dinero para regresar porque invertí todo en mi pasaje para poder venir a cumplir mis sueños en Lima.
No sé si fue una broma de mi vecino Celedonio, o él tuvo una mejor oportunidad para llegar a Lima y cumplir sus sueños pero ahora no sé dónde estoy, ni cómo voy a regresar a mi pueblo. Estoy caminando por una calle que dice “Av. Abancay” y la gente me mira raro por la ropa que llevo puesto o derrepente por el olor que tengo ya que no me baño días. Solo espero encontrar una salida para regresar a mi comunidad mientras duermo en estas calles frías, llenas de indiferencia y ver nuevamente a mi familia que dejé por una historia mal contada.
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